viernes, 17 de octubre de 2014

Los mismos viernes

El día de hoy fue tan tedioso! No veía la hora de estar aquí, en mi casa.  Temprano en la mañana llegue a mi clase de finanzas, a pesar del averío de la camioneta por puesto y de los 20 minutos que tuve que esperar a que otro camión pasase. Ahora que lo pienso no le conté nada de esto a nadie, ni siquiera a mi madre, supongo que porque en realidad el retraso fue insignificante. O quizás porque nadie le interesaría. 
El punto es que llegue, y para mi desgracia el retraso no fue mayor, porque tuve que esperar en la universidad unos 30 minutos más a que la clase empezara. Como siempre, use esos minutos para fingir que algo interesante hacia o quizás para fingir que aun estando sola y aburrida podía hacer algo útil. Fui al baño y luego de embarrarme las manos de jabón liquido, caí en cuenta de que en el edificio no había agua ¡hurra! Ya me ha pasado otras veces y las otras veces igualmente me las ingenie para quitarme la olorosa baba de las manos (o al menos intentarlo) Al fin fuera –y con las manos empastadas- me senté a revisar mi móvil, casi no tenía señal, cosa que tan poco es de extrañar. Si, es que la paso genial estando sola, aburrida y de paso sin un puto aparato que teclear. Pero hoy por suerte, o por lastima de algún santo, si tuve una cobertura decente. Le escribí a mi amiga, a mi única amiga, ella estaba despierta a pesar de las 3 horas de diferencia. “Buen día, estoy sola” anexe una foto y ella hizo lo mismo. Mierda, la extraño.
Finalmente empezaron a llegar compañeras de clases, ni salude ni ellas lo hicieron. Entraron al salón y se distribuyeron en asientos de otro lado, me acerque a una de ellas (con la que más he hablado)  dije unas banalidades para mantenerme con el grupo, quede sola con ella y hablamos de cosas que aún no recuerdo mientras esperábamos al profesor.  No es que no tuviera interés en lo que ella decía, es que simplemente siento que al hablar con ella, no estoy siendo de alguna manera escuchada, es como estar con un radio: habla, habla, habla y no se detiene ni es capaz de captar lo que dices. Quizás sea mi problema.
Llego el profesor, un anciano, era agradable y parecía muy inteligente. Trate de enfocarme en lo que decía y en sus preguntas, pero no, no pude. Empecé a dudar de mi capacidad para pasar la materia, en realidad creía que se me haría muy fácil, a diferencia de la mayoría de las personas del salón que odian los números y están estudiando periodismo solo por eso. Una estupidez, siempre lo he pensado. Pero tal parece que los estúpidos saben más de lo que odian que yo, que nunca lo he odiado.
Termino la clase, bien. Al ir al otro salón espere a Mario, no encontré asientos cercanos así que me senté donde pude. Y él también lo hizo. Estando separada de él me imagine lo que serían mis próximos años en aquel lugar, él se iría y solo quedaría yo de un grupo que empezó siendo de cuatro.
“De este país hay que irse, ya prácticamente todo lo de aquí es una mierda comparada con cualquiera de afuera” decían las muchachas con las que Mario y yo logramos sentarnos a comer, luego de que comprendimos que después de haber tratado de encajar con los demás grupetes del salón, solo nos quedaban ellas, unas chicas nuevas.
Hablaron de viajes de graduación (que no tuve) de conciertos (a los que nunca he ido) de tiendas, comidas y lugares de otros países (que jamás he podido conocer ya que nunca he viajado al exterior) luego hablaron de los novios,  los chicos intensos, como se comportan en la relación… yo –nuevamente- parecía una completa extraterrestre escuchando hablar otro idioma, otra jerga o de otro mundo.
Reía mientras comía y simulaba entender por completo lo que decían, en realidad nada de lo que decían se me hacía familiar. Sentía que estaba comiendo con personas mucho más maduras y experienciadas, incluso Mario se sentía parte de ese grupo, yo, en definitiva no.
Finalmente termino el almuerzo, me sentía aliviada a pesar del intenso dolor de estómago que tuve en medio de toda la plática (que –a su vez- nunca tuve). Espere alrededor de 4 horas y media hasta la próxima clase. En el salón vi entrar a otro compañero de clases, uno de los pocos con los que he hablado más, o bueno, de los que saludo. No quería saludarlo, el chico me había invitado a una reunión en su casa, irían los de la universidad, me dijo cuándo me contó sobre el evento. Hola, que tal, vas? Es aquí, llega tarde.
Sonreí, bien, claro, está bien, nos vemos. Me sentí mal, en serio. Primero porque acababa de rechazar (aunque nadie lo supiese) una de las pocas invitaciones que probablemente me harían, segundo porque no quería faltarle a él, era uno de los pocos que me agradaba, pero la realidad era que no podía ir y hasta no quería en el fondo, ni quiero. 
Al llegar a mi casa le conté a mi madre. Silencio. Que continúe estudiando, que a alguien le tengo que agradar y que algún día quizás pueda ir a reuniones de noche… pero que ahora no. Y es de lógica, tan tarde y sin carro o como llegar al lugar y venir? Nadie me daría la cola.
Tome mi celular de nuevo. “Me siento mal, ignorante, inmadura y te extraño demasiado” mi amiga me respondió que me calmara, le conté. “Aun somos jóvenes, no desesperes” “Si pero se me va la vida queriendo ser joven, no puedo porque nada me deja, el país no me deja, mis padres no me dejan, no quiero!” Logro calmarme, siempre lo hace (incluso ignorándome) .
Le pregunte que como pasaría su cumpleaños (el primero sin estar juntas) tiene planes y está molesta porque no podrá fiestear hasta tan tarde, que no se queje, que me vea a mí, le respondí.
¿Cerrada o encerrada? Qué más da, siguen siendo los mismos viernes, mis viernes.






jueves, 9 de octubre de 2014

No quiero madurar

Entrando en segundo ano de curso universitario me he dado cuenta de varias cosas.

1 Soy terriblemente insegura
2 Soy ridiculamente dependiente
3 Soy -y muy a mi pesar- descaradamente inmadura.

No he crecido; subirme a un metro a diario, calarme la cola de la camionetica, incluso convivir durante mas de doce horas con un grupo de desconocidos sin siquiera una persona que pueda llamar amigo, nada de eso me ha cambiado.

Sigo siendo la muchacha insegura que se apunto en clases de comunicación por que "derrepente, algo bueno pasa, algo sale".

Y para completar -como si esta dosis de baja autoestima no fuera suficiente para un solo cuerpo- Mario, mi unico "companero" de clases me abandona para irse a estudiar en el exterior. No se porque, pero de alguna manera saberlo me afecto mas que cuando mi mejor amiga (de vida y escuela) me comento lo mismo.

Me siento sola, mas que nunca. Y quiero convencerme de que me siento fuerte. Siempre he sido asi, como mi madre, terca. Capaz de inventarse un millón de excusas para no afrontar que algo malo pasa.
Que quizás un cambio de sección me haga bien ( en mi grupo parece que calificaron todos los hijo de putas mas superficiales que en mi vida he conocido) que quizás, uno no sabe y manana me toque a mi decir adiós, que quien quita y me voy al exterior. Y así... voy ingeniándomelas para tratar de hacerme la vida un poco mas fácil. Esto no es lo que quería. Quizas -y si es que lo hace alguien- este  no es el blog que querias leer, no hablo de sexo, no hablo de fiestas, mis textos no dan indicios de algun amor. No hablo ni siquiera de amigos, de diversión o de cosas mas banales (o propias de jóvenes) como la ropa, la moda, mis pasatiempos.. y créeme yo tampoco lo esperaba así.  No es lo que me imaginaba. Pero es lo que soy. Impredecible, jamas misteriosa (como ciertas y equivocadas personas me creen)  jamas sorprendente (como me gustaría ser, aunque sea me gustaría creer) solo soy una triste impredecible. Por no decir decepcionante.