El día de hoy fue tan tedioso! No veía la hora de estar aquí,
en mi casa. Temprano en la mañana llegue
a mi clase de finanzas, a pesar del averío de la camioneta por puesto y de los
20 minutos que tuve que esperar a que otro camión pasase. Ahora que lo pienso
no le conté nada de esto a nadie, ni siquiera a mi madre, supongo que porque en
realidad el retraso fue insignificante. O quizás porque nadie le interesaría.
El punto es que llegue, y para mi desgracia el retraso no
fue mayor, porque tuve que esperar en la universidad unos 30 minutos más a que
la clase empezara. Como siempre, use esos minutos para fingir que algo
interesante hacia o quizás para fingir que aun estando sola y aburrida podía hacer
algo útil. Fui al baño y luego de embarrarme las manos de jabón liquido, caí en
cuenta de que en el edificio no había agua ¡hurra! Ya me ha pasado otras veces
y las otras veces igualmente me las ingenie para quitarme la olorosa baba de
las manos (o al menos intentarlo) Al fin
fuera –y con las manos empastadas- me senté a revisar mi móvil, casi no tenía señal,
cosa que tan poco es de extrañar. Si, es que la paso genial estando sola, aburrida y de paso sin un puto aparato que teclear. Pero hoy por suerte, o por lastima de algún
santo, si tuve una cobertura decente. Le escribí a mi amiga, a mi única amiga,
ella estaba despierta a pesar de las 3 horas de diferencia. “Buen día, estoy
sola” anexe una foto y ella hizo lo mismo. Mierda, la extraño.
Finalmente empezaron a llegar compañeras de clases, ni
salude ni ellas lo hicieron. Entraron al salón y se distribuyeron en asientos de otro lado, me acerque a
una de ellas (con la que más he hablado) dije unas banalidades para mantenerme con el
grupo, quede sola con ella y hablamos de cosas que aún no recuerdo mientras esperábamos
al profesor. No es que no tuviera interés en
lo que ella decía, es que simplemente siento que al hablar con ella, no estoy
siendo de alguna manera escuchada, es como estar con un radio: habla, habla,
habla y no se detiene ni es capaz de captar lo que dices. Quizás sea mi
problema.
Llego el profesor, un anciano, era agradable y parecía muy
inteligente. Trate de enfocarme en lo que decía y en sus preguntas, pero no, no
pude. Empecé a dudar de mi capacidad para pasar la materia, en realidad creía que se me haría muy fácil, a diferencia de la mayoría de las personas
del salón que odian los números y están estudiando periodismo solo por eso. Una
estupidez, siempre lo he pensado. Pero tal parece que los estúpidos saben más
de lo que odian que yo, que nunca lo he odiado.
Termino la clase, bien. Al ir al otro salón espere a Mario,
no encontré asientos cercanos así que me senté donde pude. Y él también lo
hizo. Estando separada de él me imagine lo que serían mis próximos años en
aquel lugar, él se iría y solo quedaría yo de un grupo que empezó siendo de
cuatro.
“De este país hay que irse, ya prácticamente todo lo de aquí
es una mierda comparada con cualquiera de afuera” decían las muchachas con las
que Mario y yo logramos sentarnos a comer, luego de que comprendimos que después
de haber tratado de encajar con los demás grupetes del salón, solo nos quedaban ellas,
unas chicas nuevas.
Hablaron de viajes de graduación (que no tuve) de conciertos
(a los que nunca he ido) de tiendas, comidas y lugares de otros países (que jamás
he podido conocer ya que nunca he viajado al exterior) luego hablaron de los
novios, los chicos intensos, como se
comportan en la relación… yo –nuevamente- parecía una completa extraterrestre
escuchando hablar otro idioma, otra jerga o de otro mundo.
Reía mientras comía y simulaba entender por completo lo que decían,
en realidad nada de lo que decían se me hacía familiar. Sentía que estaba
comiendo con personas mucho más maduras y experienciadas, incluso Mario se sentía
parte de ese grupo, yo, en definitiva no.
Finalmente termino el almuerzo, me sentía aliviada a pesar
del intenso dolor de estómago que tuve en medio de toda la plática (que –a su
vez- nunca tuve). Espere alrededor de 4 horas y media hasta la próxima clase.
En el salón vi entrar a otro compañero de clases, uno de los pocos con los que
he hablado más, o bueno, de los que saludo. No quería saludarlo, el chico me había
invitado a una reunión en su casa, irían los de la universidad, me dijo cuándo
me contó sobre el evento. Hola, que tal, vas? Es aquí, llega tarde.
Sonreí, bien, claro, está bien, nos vemos. Me sentí mal, en
serio. Primero porque acababa de rechazar (aunque nadie lo supiese) una de las
pocas invitaciones que probablemente me harían, segundo porque no quería faltarle
a él, era uno de los pocos que me agradaba, pero la realidad era que no podía ir
y hasta no quería en el fondo, ni quiero.
Al llegar a mi casa le conté a mi madre. Silencio. Que continúe estudiando,
que a alguien le tengo que agradar y que algún día quizás pueda ir a reuniones
de noche… pero que ahora no. Y es de lógica, tan tarde y sin carro o como llegar al lugar y venir? Nadie me daría la cola.
Tome mi celular de nuevo. “Me siento mal, ignorante,
inmadura y te extraño demasiado” mi amiga me respondió que me calmara, le conté.
“Aun somos jóvenes, no desesperes” “Si pero se me va la vida queriendo ser
joven, no puedo porque nada me deja, el país no me deja, mis padres no me
dejan, no quiero!” Logro calmarme, siempre lo hace (incluso ignorándome) .
Le pregunte que como pasaría su cumpleaños (el primero sin
estar juntas) tiene planes y está molesta porque no podrá fiestear hasta tan tarde,
que no se queje, que me vea a mí, le respondí.
¿Cerrada o encerrada? Qué más da, siguen siendo los mismos
viernes, mis viernes.