sábado, 29 de abril de 2017

Cosa positiva #7 (?)

Reserve una cosa positiva que realmente lo fuera, que me ameritara escribirlo sin tener en cuenta la picazón de mis ojos cansados y llorosos. Vale la pena, de verdad:

Estaba en 3er grado del colegio, eso lo recuerdo claramente. Al terminar las vacaciones siempre era de la niñas que se emocionaba por los nuevos utiles escolares. Me gustaba renovar todo, en especial morrales y colores.

Los colores para mi eran lo más. ¿Cómo podía yo -una potencial artista- lograr mi sueños y metas en la vida sino era con una nueva caja de colores? Siempre preferí los Norma, eran más cremosos (y caros).

Recuerdo pedírselos a mamá, ella sabía que los necesitaba y los quería. Pero por alguna razón, solo mi hermano había recibido colores ese año (probablemente porque yo tenia una cartuchera repleta de ellos, solo que sucios y sin punta,  olvidados porque "guácala, no son nuevos').

Esa tarde que mi hermano recibió su caja, recuerdo haber llorado como nunca. Hice mi alboroto como niña terca, lo mas seguro es que haya evitado hablar con mis padres. Tenia que castigarlos. Mamá me lo explicó mil veces, no había dinero, había alcanzado para una caja. Yo solo escuchaba como mostraba su clara preferencia a él.

Sé que llore tanto, que a la mañana siguiente fui a mi salón con los ojos hinchados, y esa sensación de vacío o desdén que te queda luego de haber derramado demasiadas lágrimas.

Estaba molesta, resentida era la única víctima. Cuando abrí mi morral, me sorprendió ver mi vieja cartuchera limpia, estaba lavada y se veía llena.  Dentro reposaban muchísimos colores ordenados, limpios, y con su punta bien afilada. Habían algunos chiquititos, de esos que apenas te alcanza ver que color verdaderamente son de lo acabados que están, otros medianos, pero todos brillaban de limpio, parecian nuevos.

Dentro había un papelito arrugado, me asuste cuando lo vi. Cerré la cartuchera de golpe y miré hacia los lados para ver si alguien me miraba. Mis ojos estaban aguados y sonreía con mucha emoción.

Volví a abrir la cartuchera, desdoble el papelito y dentro decía algo como:

"No son nuevos, pero perdóname  mi niña.
De mami para chichi. "

Fueron los mejores colores que me han regalado en la vida. Lo que es mas, fue el mejor regalo que me han hecho en la vida.
Y por supuesto, mi mama nunca recibió algún perdón, simplemente no lo merecía por ser la mejor mama del mundo.

Derrumbarse

Nunca había vivido tantos días malos en mi vida.  Nunca tan difíciles, tan insoportables. De esos que pesan llevar, de esos en las que las horas pasan lento cuando no lo quieres y rápido cuando necesitas detener el tiempo.

En algún escrito pasado dije que nunca había sido tan feliz en mi vida, llegue a esta conclusión porque tenia una oferta de trabajo en dólares, había conocido a un chico bonito y cool, sentía que podía pertenecer a algo grande y estaba a punto de emprender la travesía más soñada .

Lo primero se dio, lo que sigue, de mal en peor. En menos tiempo de lo que equivalen mis 20 años de vida, me ha tocado llorar, consolar, tomar decisiones, besar la frente de mi madre, estar allí para mi hermano y hacerle coaching a mi papá, mas veces que nunca antes.

Lo he visto llorar casi a diario, maldecir, dar las gracias, decir te quiero.

En menos de una semana tengo que despedirme de mi hermano. No estoy preparada, sé que es lo mejor para él, es lo mejor para nosotros. Pero no se como lo tome yo, ni quiero imaginar como lo tomen otros.

Durante los últimos días me he acercado mucho a él. Parece que fuésemos amigos incluso. Es triste eso de se valoran más las cosas cuando no las tienes o las perdiste, es totalmente cierto.

Papá no deja de llorar y maldecir y hablar torpemente.

Mamá sigue mirando el infinito y diciendo que todo tiene que salir bien.

Yo tengo miedo y a veces lloro sola, otras acompaña.

Nunca había visto alguien derrumbarse, mucho menos soñé o imaginé en algún momento que se caería en pedazos esa torre entre todos los edificios y ranchos que parecían vulnerables.